Enraizada en un edificio residencial anónimo en México, uno que ha sido habitado, destruido por un terremoto, abandonado y restaurado durante 70 años, esta película toma prestadas las «arrugas» como hilo conceptual para investigar el envejecimiento de la arquitectura. Bailando entre la observación y la imaginación, explora la cámara como herramienta espacial para trenzar datos incorporados con investigación empírica, y se manifiesta en una película experimental. De las materias a las acciones, entre las estructuras y los cuerpos, se compone una alfabetización alternativa que rompe el binomio antes/después en el diseño arquitectónico, y construye una autoría colectiva que habita en los actos fácilmente inexplicables del cuidado cotidiano.